martes, 22 de mayo de 2012
martes, 15 de mayo de 2012
Recordando su 31 aniversario
A veces,
despiertan necesidades vitales extrañas y entonces te entregas a ellas. Hace
muchos años me entregué a Bob Marley. Durante una época de mi vida, llegué a
estar literalmente anonadado con Marley, un músico extraordinario, un personaje
irrepetible, una de las grandes joyas de la corona de la música popular
mundial. Hoy se cumplen 30 años de su muerte. Y esta ruta norteamericana no
puede por menos que recordar su figura y recomendar la lectura de su vida,
dentro de la ingente literatura existente al respecto.
El músico jamaicano moría víctima del cáncer en Miami el 11 de mayo de 1981.
Fallecía la persona, nacía la leyenda. Pocos nombres han alcanzado la
relevancia que Marley ha dejado en el mundo de la música. Hijo olvidado de un
militar blanco británico y una jamaicana sirvienta muy religiosa, Bob Marley
era un mulato en la Jamaica pobre, que vivió y creció en los guettos, como el
de Kingston, para convertirse en músico, pasar a ser una estrella local y
lograr el estatus de icono mundial. Porque Marley dio audiencia global a los
desheredados y, a diferencia de los Dylan, Beatles o Presley, llegó a los cinco
continentes.
Con su poderoso mensaje y su ritmo novedoso, Marley fue líder y
profeta en el tercer mundo. Y eso, en el contexto de la música popular, en
Estados Unidos y Reino Unido, otorgaba un estatus especial. Como asegura Eric
Hobsbawm en su Historia del siglo
XX, el tercer mundo sirvió de inspiración a los disidentes
culturales del primer mundo. La figura de Bob Marley quedó emparentada con esa
disidencia, ese poder contracultural y popular, al tiempo que se elevaba a la
categoría de símbolo en su país y tantos países de América Latina, África y
Asia que transformaban sus sociedades y regímenes políticos. Porque, en la
segunda mitad del siglo XX, el tercer mundo se convirtió en una especie de
esperanza para todos aquéllos que todavía aspiraban a la revolución social, y
el músico jamaicano representaba esa esperanza.
Hoy, Bob Marley es pasto de Kiss FM pero su mensaje fue
revolucionario. Un día casi me caigo de la silla cuando escuché a una chica
pedir algo de música romántica y a continuación decir: “Sí, Bob Marley, es un
gran cantante romántico”. Cantante romántico como lo podía ser cualquiera. No
diré que Marley no compuso buenas canciones que hablaban del amor y las
relaciones de pareja, pero ubicar a este hombre en ese apartado es absurdo.
Compararle con un prototipo sentimental, un producto discográfico es,
sencillamente, demencial. Todavía hay quien lo cree cuando escucha <<No
woman, no cry>>.
Quedé prendado de Marley por su mensaje bello y contestario.
Pasó de unas letras inocentes, donde se hablaba de la supervivencia juvenil y
las pequeñas tretas en una Jamaica repleta de descosidos, a componer algunos de
los mejores poemas musicales de rebelión. La lista es extensa pero si uno
escucha <<Get up, stand up>> o <<Catch a fire>> siente
el asombroso hallazgo humano de la rebelión, de la necesidad de ponerse de pie
cuando quieren que te sientes. Con ese bajo en primer plano que suena como si
te estuviera empujando, lo notas en ti mismo. Es normal, por tanto, lo que no
podía ser de otra forma: el reggae de Bob Marley era una especie de himno en
Kingston en Jamaica, en Brixton en Londres o en Soweto en Sudáfrica. Era la
llamada pacífica pero subversiva de un sonido primitivo, magnético, con raíces
locales del ska pero que se hermanaban al blues de las plantaciones del sur
estadounidense, al rockabilly primigenio de Presley o Ricky Nelson, a la
profundidad negra de Memphis con sus metales.
La figura de Bob Marley es tan gigante como el día de su muerte.
Su influencia ya no sé si la misma, aunque es indudable
que marcó a decenas de
músicos. También es innegable que su mensaje, para quien quiera acercarse a él,
guarda la misma fuerza innata. Hoy, hace 30 años, moría de cáncer. Por un
segundo, lo pienso, siento lo que es pasar por ahí, combatiendo con fe pero sin
armas contra una enfermedad más fuerte que la vida, aunque escondas en tu
interior el poder de la fe. Ese poder que hace a unas personas más especiales
que otras. El mundo sigue sin ellas, como sin Bob Marley, pero, si me preguntan
con que me quedó de este mundo loco y precipitado, lo tengo claro, como que el
sol sale todas las mañanas: me quedo con lo que permanece para siempre. Me
quedo con Bob Marley. Me quedo con <<Redemption song>>. Cada vez
que alguien escucha esta canción el mundo seguro es un poco más habitable.
Tiene otro color. Porque es todo lo que tenemos, canciones redentoras, que
nadie nos puede quitar.
que marcó a decenas de músicos. También es innegable que su mensaje, para quien quiera acercarse a él, guarda la misma fuerza innata. Hoy, hace 30 años, moría de cáncer. Por un segundo, lo pienso, siento lo que es pasar por ahí, combatiendo con fe pero sin armas contra una enfermedad más fuerte que la vida, aunque escondas en tu interior el poder de la fe. Ese poder que hace a unas personas más especiales que otras. El mundo sigue sin ellas, como sin Bob Marley, pero, si me preguntan con que me quedó de este mundo loco y precipitado, lo tengo claro, como que el sol sale todas las mañanas: me quedo con lo que permanece para siempre. Me quedo con Bob Marley. Me quedo con <<Redemption song>>. Cada vez que alguien escucha esta canción el mundo seguro es un poco más habitable. Tiene otro color. Porque es todo lo que tenemos, canciones redentoras, que nadie nos puede quitar.
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